Siempre dije que escribir era lo que más me gustaba. No sé definir qué ni cómo, ni dónde, ni para qué. Sí, creo que para qué sí lo sé. Escribo para distraerme. Escribo porque me gusta saber que escribo. Me gusta saber que un montón de palabras, una detrás de la otra, cobran un sentido una vez que salen de mi desordenada cabeza.
Empecé este blog hace años en el vaivén de un desconcierto amoroso. Ridiculicé situaciones que a veces me hicieron reír y unas cuantas veces requirieron más de una carlina. Hoy, cambié de piel. Bueno, quizás no. Pero con algunos años más, una nueva relación a cuestas y algunas nuevas contradicciones, me renuevo y retruco mis palabras. Vuelvo a escribir. Vuelvo a contarles a los que quieran leerme que estoy perdida. Sí, me perdí y no sé dónde. No me encuentro. No hay mapas ni guias-t, ni brújulas que me ayuden. Me perdí muy perdida. Y otra vez el remolino emocional me trae al abc. A mi abc. A mi mundo favorito. Mi punta del ovillo. Dicen que hay que perderse para encontrarse. Hoy renuevo las ganas de ponerme en movimiento y descubrir a dónde empuja el viento.